El complejo cuadro de salud de Alejandra “Locomotora” Olivera, emblema del boxeo femenino, reabrió el debate sobre las secuelas de los retirados profesionales del deporte. En Argentina no existe un estudio especializado, aunque a nivel global se conocen cuáles suelen ser las posibles consecuencias neuropsiquiátricas del boxeo.

Los “knock-outs” son conmociones cerebrales que en el ring suelen disminuir rápidamente, pero los déficits neuropsicológicos pueden surgir con el pasar de los años. Conrado Estol, neurólogo y fundador del centro especializado en medicina del cerebro Breyna Salud, dialogó con Bardeo y ahondó: "Los golpes en la cabeza, aunque no lleguen a causar pérdida de conocimiento como ocurre en el knock-out de un boxeador, pueden causar la llamada Encefalopatía Traumática Crónica (ETC)".

Las secuelas más frecuentes, una vez retirados, son la pérdida de memoria, alteraciones en el habla, cambios de humor, lentitud mental y demencia. "El gran boxeador Muhammad Ali desarrolló un Parkinson atípico como consecuencia de los golpes. La ETC fue originalmente identificada en los boxeadores que mostraban alteraciones de conducta y neurológicas", recordó.

Estol señaló que la alteración cerebral se describió cuando se la encontró en Mike Webster, exjugador de fútbol norteamericano del equipo Steelers de Pittsburgh, quien se suicidó luego de haber perdido a su familia y patrimonio. "La ETC ha tratado de ser minimizada en círculos deportivos, pero se ha confirmado y publicado en jugadores de varios deportes de contacto y antes de los 30 años de edad", advirtió.

Cómo sigue la salud de "Locomotora" Oliveras

La llamada demencia pugilística surgió en 1928 y pasaron décadas hasta que se descubrió la lesión -ETC- que causaba estas alteraciones. "Las consecuencias más comunes son ansiedad, depresión, irritabilidad, impulsividad y cambios bruscos de la personalidad", subrayó e indicó que en estadios más avanzados “puede resultar en psicosis y suicidio”.

En términos más específicos, Estol hizo referencia a los estudios post mortem de los cerebros afectados, los cuales muestran "una acumulación anormal de la proteína tau que daña el cerebro". A la hora de prevenir estos desenlaces, los estudios posibles a realizarse son tests neurocognitivos que evalúan la memoria, la atención y la función ejecutiva, entre otros. Las imágenes del cerebro con resonancia magnética y con PET (tomografía por emisión de positrones) pueden revelar incluso daño estructural.