En estos momentos Miguel Ángel Russo está acostado en una cama de la Clínica Fleni de Belgrano mientras le suministran suero luego de una infección urinaria que le detectaron en el marco de un chequeo programado el martes por la tarde. Esto sucede luego del fin de semana en el que las cámaras de ESPN lo captaron quedándose dormido en el banco de suplentes en pleno partido entre Boca y Aldosivi en Mar del Plata. La imagen desmejorada del entrenador, que hace semanas tuvo que suspender una conferencia de prensa por falta de voz, obliga a preguntarnos si el periodismo deportivo va a seguir callando una situación evidente o asumirá el rol que debe.

Nos hemos acostumbrado a ver a los cronistas de los clubes pararse al otro lado de una valla de seguridad para mencionar los nombres de los futbolistas que bajan de un micro, como si esta debiera ser su función principal. Mientras tanto, los principales canales llenan horas de aire con debates sobre qué jugador debe ser suplente y cuál debería ser titular o qué árbitro perjudicó a tal o cual equipo. Eso sí, nadie parece hablar de lo más obvio y evidente.

Nadie se anima a decir frente a cámara que Russo no está en condiciones de ser el entrenador de Boca Juniors, posiblemente el cargo con mayor presión del país después del de presidente de la Nación (o quizá a la misma altura). Las razones son varias. Los cronistas que pasan la mayor parte de sus días en Brandsen 805 no quieren exponerse a que la dirigencia los mire de reojo por cuestionar al entrenador, mientras que otros colegas omiten hablar del tema como si fuese tabú, tal vez para no incomodar al propio Miguel, quien tiene una gran relación con la prensa, o simplemente porque temen ser criticados por decir algo que no debería sonarle mal a nadie.

El fin de semana, cuando el primer plano de ESPN Premium mostró al DT cuasi dormido en el banco ante Aldosivi, varios hinchas acusaron a la señal de “no cuidar” a Russo. Como si enfocar a un entrenador durante un partido fuese un delito.

Ayer, la primera versión que corrió por horas del mediodía era que Miguel había sido internado de urgencia. Pero pronto apareció el periodismo deportivo a “echarle luz” a la noticia: “Es un chequeo programado”. Luego se supo la verdad. Efectivamente estaba internado y no solo eso: tuvo que pasar la noche en la clínica. Este jueves por la mañana, mientras al técnico le realizaban nuevos estudios por la infección urinaria, apareció un mensaje casi unánime de varios colegas: “Está de buen ánimo”, “Quiere dirigir la próxima práctica”, “Está con fuerzas”.

¿En serio éste es el rol del periodismo deportivo?

Russo tiene 69 años, hace algunos años superó un cáncer de próstata, necesita de un ayudante que lo empuje a subir un escalón, no tiene voz para gritarle a sus dirigidos, suspendió una conferencia de prensa por no estar bien de salud y en este momento está internado en una clínica bajo observación. ¿Nadie va a cuestionar su cargo como DT de Boca? ¿Nadie va a alertar sobre lo que está sucediendo?

Hay algo que es cierto. Miguel no está atado al puesto. La dirigencia no lo obliga a ser el DT. Él puede irse cuando quiera. Pero eso no puede convertir a los periodistas en maquilladores de una realidad imposible de tapar. No se puede ser vocero de una ficción.

Si el rey está desnudo, hay que decirlo. Pero parece que no podemos, porque los periodistas deportivos estamos muy ocupados: tenemos que contar quién baja del micro.