"La Edad Dorada" ¿realidad o ficción?
La serie se habrá inspirado en la historia de la vida sobre la aristocracia newyorquina
La serie de HBO Max, creada por Julian Fellowes, se consolidó como uno de los relatos de ficción más aclamados de las últimas décadas. Su trama, inspirada en hechos y figuras reales, explora la vida de la aristocracia neoyorquina del siglo XIX con una mirada que combina lujo, intriga, amor y traición.
Con el estreno de su cuarta temporada, la producción sigue atrapando a la audiencia gracias a su recreación de una época en la que el ascenso industrial chocaba con los viejos órdenes aristocráticos. Banquetes, mansiones imponentes y vestuarios fastuosos conviven con huelgas ferroviarias, tensiones sociales y desigualdades económicas, dando vida a un retrato tan atractivo como brutal.
Al igual que Bridgerton, que retrata la Regencia inglesa, “The Gilded Age” construye familias ficticias como los Russell o los Van Rhijn, pero muchas de sus historias se inspiran en personajes verdaderos que marcaron a la sociedad neoyorquina.
Las verdades detrás de los personajes
- Bertha Russell se inspira en Alva Vanderbilt, esposa de William Kissam Vanderbilt y figura clave del movimiento sufragista femenino.
- George Russell, en lugar de basarse en los Vanderbilt como se pensó inicialmente, recoge elementos de Jay Gould, magnate del ferrocarril y uno de los hombres más poderosos de la década de 1880.
- La joven Gladys Russell sigue la línea de Consuelo Vanderbilt, obligada a casarse con Charles Spencer-Churchill, el duque de Marlborough.
- Caroline Astor, interpretada por Donna Murphy, refleja a la auténtica “reina” de la alta sociedad, que despreciaba a las familias de nuevo dinero.
- Incluso figuras como Timothy Thomas Fortune, periodista y activista por los derechos civiles nacido esclavizado, encuentran espacio en la ficción, ampliando el espectro social de la serie.
La producción no solo deslumbra con su puesta en escena: es una mirada incisiva a un país en plena expansión económica, industrial y demográfica, donde el progreso convivía con la desigualdad más cruda.
En este sentido, Edad Dorada no se limita a mostrar mansiones y bailes: se convierte en un ensayo televisivo sobre la lucha de clases, el poder de las apariencias y la ambición social, en un momento en que Estados Unidos comenzaba a transformarse en la gran potencia que conocemos hoy.