La Scaloneta Fashion Week
Los jugadores cambiaron gambetas por bolsos Hermès y looks inalcanzables. Entre Otamendi con su look dominguero y De Paul jugando al influencer, el equipo de Scaloni armó un desfile de lujo, inalcanzable para el hincha
¿En qué momento el fútbol dejó de ser “la pasión de multitudes” para convertirse en una pasarela de Dior? Y ojo, no lo digo como metáfora: los jugadores de la selección argentina parecen más preocupados por el outfit para llegar al predio de la AFA que por la pelota. Y no, no es “moda nacional”: es Vuitton, Dior, Off White, Loewe. Básicamente, un desfile de Ezeiza al Monumental.
Lo más delirante es que esto ni siquiera es invento nuestro. La “inspiración” viene de la NFL, donde hace rato los jugadores hacen de la caminata al vestuario un show de alfombra roja. Marcas como Berluti y Louis Vuitton se pelean por vestirlos. Y ahí tenés a Travis Kelce, el novio de Taylor Swift, que ya no sabemos si juega al fútbol americano o si lo invitan a los Grammy.
Y claro, Messi vio la jugada (o se la bajó el equipo de marketing). Messi es Messi, puede ponerse una bolsa de consorcio y seguir siendo ícono global. Pero ahora, hasta él terminó en competencia con la China Suárez, a ver quién luce mejor un bolso Hermès. Sí, el 10 y la actriz convertidos en rivales de pasarela: surrealismo puro.
Atrás vienen Rodrigo De Paul y Leandro Paredes, que en vez de goles parecen competir en quién gasta más en carteras. Julián Álvarez va por otro camino: sobrio, más old money de Recoleta que fashion week de París. Y Otamendi… bueno, Otamendi directamente aparece como si hubiera bajado a comprar facturas en pantuflas. Y paradójicamente, eso lo hace el más cercano y simpático de todos.
El problema es la desconexión. Mientras ellos juegan al cosplay de millonarios europeos, acá el hincha no llega ni a la réplica trucha de la camiseta en Once. Entonces, ¿qué ejemplo dejan? Antes el jugador era “un camino a seguir”, hoy es un feed de Instagram con bolsos que valen lo que un dos ambientes en Puerto Madero.
Rodrigo De Paul, te hablo a vos: basta de bolsitos con charms de Labubus. Basta de mostrar “tendencias” que en Milán ya son historia. No sos un influencer de 19 años en Ibiza, sos campeón del mundo. Que acompañes a Tini no te da licencia para creerte modelo de Balenciaga. Paredes, lo mismo: todo bien con tu “hegemonía estética”, pero con lo que gastaste en un pantalón de Loewe un club del ascenso paga las inferiores un año.
La moda es hermosa, ojo. Pero también es política, es mensaje. ¿De verdad ninguno se anima a ponerse un traje de Tito de Matices o de Rochas para viajar con la Selección? ¿Tan difícil es un guiño a lo nuestro? Hasta Sarah Jessica Parker eligió un sweater de una marca argentina sustentable, pero De Paul prefiere pasearse con un Hermès con osito colgando.
Y mientras los jugadores se pasean con bolsos Hermès y looks de alfombra roja, el verdadero referente de estilo aparece fuera de la cancha: Lionel Scaloni. El DT de la Selección jamás se disfrazó de modelo de Milán. Prefiere su uniforme deportivo de la AFA y, cuando tuvo oportunidad de mostrarse elegante, eligió marcas nacionales como Key Biscayne, la firma de Nicolás Cuño que viste a hombres argentinos con identidad propia. En un mar de Dior y Vuitton, Scaloni demuestra que se puede ser referente sin despegarse de lo nuestro.
Al final, Messi juega en otra liga: mito viviente, todo le queda bien. Pero los demás, en este intento desesperado por subirse a la pasarela global, terminan pareciendo extras de una serie de Netflix sobre millonarios aspiracionales. Y eso, para mí, los aleja del hincha y de su propia esencia.
Quizás sea mucho pedir que el fútbol vuelva a ser popular y no un showroom de lujo. O capaz soy yo el loco. Pero sigo prefiriendo la postal vieja: la del jugador que inspiraba por cómo corría atrás de la pelota, no por cuánto gastaba en un bolso.