Las estrictas normas de Corea del Norte, a menudo difíciles de imaginar fuera de sus fronteras, dieron un nuevo giro en los últimos días. El régimen de Kim Jong-un decidió que, en los ámbitos vinculados al turismo ya no podrán usarse palabras de origen occidental como “hamburguesa”, “helado” o “karaoke”. La orden fue transmitida directamente por el Partido de los Trabajadores, que instruyó a los guías del balneario de Wonsan —uno de los destinos más visitados del país— a reemplazar estos términos por equivalentes creados bajo una lógica de reafirmación cultural.

Entre 20 y 30 guías se encuentran actualmente participando en un riguroso programa de formación impartido en la provincia de Kangwon, bajo la supervisión de funcionarios del Departamento de Cuadros del partido oficialista. El objetivo declarado es reducir la influencia lingüística tanto de Occidente como de Corea del Sur, reforzando una identidad “puramente norcoreana”.

El programa funciona con un doble mecanismo: capacitación intensiva y control ideológico. “Los aprendices reciben instrucciones detalladas sobre cómo tratar y entretener a los turistas, y deben memorizar lemas y frases. El objetivo es enseñar a los profesionales del turismo a utilizar conscientemente el vocabulario norcoreano, evitando expresiones surcoreanas y préstamos extranjeros”, explicó el portal Daily NK.

La lista de sustituciones obligatorias incluye algunos ejemplos llamativos. “Los aprendices deben decir dajin-gogi gyeopppang en lugar de ‘hamburguesa’ y eseukimo en vez de ‘helado’. Y las máquinas de karaoke, muy extendidas en Corea del Sur, deberían llamarse ‘máquinas de acompañamiento en pantalla’”, señala la misma fuente.

Al término del curso, los guías son sometidos a un examen práctico que determina si pueden continuar trabajando en el sector turístico. El test no solo evalúa la capacidad de utilizar los nuevos vocablos de manera natural, sino también la adhesión ideológica a la narrativa oficial que insiste en “pensar y hablar” en clave norcoreana.

El balneario de Wonsan, a orillas del mar de Japón, recibe principalmente a visitantes chinos y rusos, dos países con los que Pyongyang mantiene una alianza estratégica. Allí se busca proyectar una imagen de modernización controlada, con playas remodeladas y hoteles preparados para turistas extranjeros. Sin embargo, las nuevas restricciones lingüísticas reflejan el temor del régimen a la penetración cultural foránea incluso en espacios diseñados para atraer divisas.

El control sobre el lenguaje no es nuevo en Corea del Norte. En agosto pasado, la BBC reveló que un teléfono móvil fabricado en el país incluía un corrector automático que bloqueaba la escritura de “Corea del Sur” y, en su lugar, proponía la expresión “estado títere”. El caso mostró cómo la ingeniería lingüística se extiende incluso a la tecnología de uso cotidiano.