En apenas un minuto, frente a las cámaras, Donald Trump logró transformar un saludo protocolar en un acto cargado de gestos, sonrisas y escenas personales con cada líder presente. El escenario no era menor: Egipto, Cumbre Internacional sobre Gaza, transmisión oficial y una larga fila de mandatarios que lo saludaban uno por uno antes de dar inicio a las negociaciones. Allí, mientras el mundo miraba, el expresidente estadounidense volvió a mostrar uno de sus rasgos más característicos: la capacidad de apropiarse de la escena incluso en los momentos más reglados.

No se trató de un saludo conjunto ni de un protocolo neutro. Cada apretón de manos se convirtió en una escena distinta. Trump no se limitó a estrechar manos: agregó un gesto, un juego, una marca personal. Lo suyo no fue ceremonial; fue performático.

El primero en acercarse fue Pedro Sánchez. Con un apretón firme y sonrisas mutuas, ambos dieron inicio a una interacción que parecía estrictamente formal… hasta que Trump tiró suavemente de la mano de Sánchez, en un gesto lúdico que rompió el esquema rígido.

El encuentro de Donald Trump con Pedro Sánchez (Crédito: X)

El español respondió de igual manera, y durante un segundo, la solemnidad de la cumbre se desdibujó. Cabe decir que Trump y Pedro Sánchez no han tenido la mejor relación hasta ahora, entre varias cosas por la exigencia que España invierta más dinero en Defensa.

A continuación llegó Giorgia Meloni. La líder italiana estrechó la mano de Trump utilizando ambas manos, un gesto que suele interpretarse como un intento de reforzar la conexión y mostrar calidez. Trump respondió con una sonrisa amplia, casi teatral. No hubo tirones ni palmadas, pero sí una charla repleta de sonrisas. Un saludo que parece pensado para proyectar cercanía política.

Donald Trump y Meloni (Crédito: X)

El tercer encuentro fue con Emmanuel Macron y tuvo un tono distinto. El apretón fue más largo, más firme y más cargado de gestos complementarios. Macron colocó su mano izquierda sobre el brazo del estadounidense; Trump, por su parte, tensionó el saludo y empezó a moverlo de un lado a otro como si fuera una pulseada silenciosa. Durante unos segundos, el contacto se prolongó más de lo habitual y ambos líderes intercambiaron breves palabras. Al finalizar, Trump le dio una palmada en la espalda: un gesto clásico de su repertorio, que mezcla camaradería con la voluntad de marcar la escena.

Donald Trump y Macrón (Crédito: X)

El saludo con Recep Tayyip Erdoğan fue probablemente el más deliberado frente a las cámaras. Se dieron la mano, levantaron los pulgares al mismo tiempo —una coreografía perfectamente televisiva— y posaron para los flashes. Luego, Trump señaló a la esposa de Erdoğan, que se acercaba con un hiyab. El gesto suavizó el clima político con un toque familiar, y el saludo se repitió al final con otro contacto físico en la espalda. Trump siendo Trump.

Erdoğan y Trump (Crédito: X)