Nepal: el dramático antes y después de sus edificios emblemáticos
Desde hace días, los incidentes en el país asiático provocaron la destrucción de varias edificaciones icónicas en Katmandú, su capital
Las protestas que sacudieron Nepal en septiembre de 2025 dejaron imágenes que recorrieron el mundo. Lo que comenzó como una movilización juvenil en rechazo a la prohibición de 26 redes sociales, terminó en una de las jornadas más violentas de la historia reciente del país. En pocos días, edificios emblemáticos como el Hotel Hilton de Katmandú, la Corte Suprema y el Parlamento fueron arrasados por las llamas. El contraste entre el “antes” y el “después” de estas construcciones se convirtió en un símbolo de la magnitud del estallido social.
El detonante fue la decisión del gobierno de bloquear plataformas digitales como Facebook, YouTube y X. El argumento oficial era frenar la “desinformación”, pero la medida fue interpretada por amplios sectores como un ataque directo a la libertad de expresión. Miles de jóvenes, mayoritariamente estudiantes y activistas de la llamada Generación Z, salieron a las calles de Katmandú. Lo que empezó con marchas pacíficas, pronto se transformó en choques con la policía, con gases lacrimógenos y balas de goma en distintos puntos de la capital. Las manifestaciones crecieron en intensidad, y la represión alimentó aún más la furia.
El primer gran blanco de los manifestantes fue el Hotel Hilton, inaugurado en 2024 y considerado el más alto y moderno de Nepal. El edificio simbolizaba la apertura del país al turismo internacional y era visto como una muestra del contraste entre el lujo y las dificultades económicas de gran parte de la población.
En medio de la multitud, el hotel fue atacado, y en cuestión de horas quedó reducido a una estructura ennegrecida. Desde la distancia, aún se podía ver el humo elevándose sobre la ciudad, mientras bomberos intentaban sin éxito sofocar las llamas. Las imágenes del Hilton carbonizado dieron la vuelta al mundo como prueba de que la protesta había alcanzado un punto de no retorno.
El avance de las movilizaciones no se detuvo. El siguiente edificio en arder fue la Corte Suprema de Nepal, epicentro del sistema judicial. El incendio se desató tras un asalto de cientos de manifestantes que ingresaron a la sede, considerada un bastión del poder del Estado.
Las llamas destruyeron gran parte de las instalaciones y obligaron a suspender las actividades judiciales. La imagen del palacio de justicia reducido a ruinas puso en evidencia la gravedad del colapso institucional: el fuego no solo alcanzaba las paredes, sino que también representaba una ruptura en el funcionamiento del Estado de derecho.
El momento más dramático llegó con el ataque al Parlamento Federal. La multitud superó los cordones de seguridad y entró en el edificio, símbolo del poder político. Dentro, se produjeron destrozos generalizados y un incendio que consumió gran parte del complejo.
Las escenas recordaron a otros episodios históricos de violencia política en el mundo: techos derrumbados, paredes ennegrecidas y mobiliario reducido a cenizas. El Congreso, espacio de representación democrática, quedó paralizado en cuestión de horas, marcando un antes y un después en la crisis nepalí.
Los incendios dejaron un saldo devastador: al menos 19 muertos, más de 400 heridos y una capital sumida en el caos. Ante la magnitud de la revuelta, el primer ministro presentó su renuncia y el gobierno levantó la prohibición de redes sociales. Sin embargo, la destrucción ya estaba hecha. Los edificios más representativos del país, aquellos que condensaban poder político, judicial y económico, se convirtieron en ruinas humeantes.