“No soy yo. Debe estar hecho por inteligencia artificial”. La primera explicación interna de Diego Spagnuolo ante la filtración de sus audios no convenció a nadie. Era burda. Apenas comenzaba el escándalo, destapado por el canal de streaming Carnaval, el ahora exfuncionario buscaba excusas para despegarse. Finalmente, reconoció que la voz que se escuchaba era la suya y empezó a esbozar teorías sobre una supuesta intervención de su celular.

Pasaron las horas y la crisis se exacerbó por la inevitable repercusión, potenciada por las intervenciones que se referían al tema en la sesión en diputados. Sin embargo, Spagnuolo se resistía a contar quién había sido su interlocutor en esa conversación grabada que ya circulaba por todos los medios. El secreto fue interpretado como una protección y fue determinante para acelerar su salida. El titular de la Agencia Nacional de Discapacidad, envuelta además en una constante polémica por los recortes presupuestarios en el sector y las manifestaciones de familiares, se negaba a presentar la renuncia. “Si me voy, reconozco que el de los audios soy yo”, se justificaba ante las autoridades del Poder Ejecutivo. Dejó de contestar su teléfono entrada la noche y su salida fue confirmada en el Boletín Oficial, pasada la medianoche. Algunos temieron incluso una posible salida del país. No fue sólo una sospecha en el aire: hubo consultas en Migraciones sobre sus movimientos hasta la mañana del jueves.

No fue el único despedido. El 2x1 incluyó también a Daniel María Garbellini. Era director de Acceso a los Servicios de Salud del organismo y es a quien Spagnuolo señala como la persona que “le pusieron para manejar la caja”. Sin metáforas, lo define como “un delincuente que estaba en la gestión de Macri” y lo vincula con Eduardo Lule Menem. “Su gente va a pedirle guita a los prestadores”, agrega. Garbellini fue asesor en la Legislatura porteña y trabajó con el PRO tanto en la Ciudad como en la Provincia de Buenos Aires. En ambos casos se desempeñó como funcionario en áreas de Salud.

Sin embargo, la reacción oficial se convirtió en una trampa autoimpuesta para el Gobierno. Al echar a Spagnuolo, reconocen la veracidad de los audios. Al echar a Garbellini, validan al menos una de las cosas que dice. ¿Aplica también para los porcentajes de retornos que percibían, según se escucha, Karina Milei y los Menem? La investigación ya está en manos del fiscal Franco Piccardi y del juez Sebastián Casanello.

Mientras tanto, las teorías de la Rosada sobre el trasfondo de las filtraciones son de lo más variadas. En las entrañas del clan Menem apuntaban tímidamente a la disputa con el sector de Santiago Caputo y su influencia en la SIDE. Las especulaciones que obvian la interna son dos: conexiones con el empresario Franco Bindi —pareja de la diputada Marcela Pagano— o una jugada de Victoria Villarruel. Ninguna parece tener argumentos sólidos, más allá de los ya habituales niveles de paranoia. La primera es la respuesta que suele encontrar a todos los males Lilia Lemoine, de mucha cercanía con los hermanos Milei. La segunda sólo se basa en el buen diálogo que Spagnuolo siempre mantuvo con la vicepresidenta, con quien solía almorzar en la casa Virginia de las Nieves, hermana de Victoria.

Lo planteado en los audios sobre coimas, irregularidades y desmanejos en la ANDIS no es un tema nuevo para La Libertad Avanza. Sin que haya traspasado los muros de la administración pública, ya se había escuchado. Por su relación de amistad con el presidente, Spagnuolo era uno de los funcionarios con más visitas a la Quinta de Olivos. Aquellas supuestas advertencias a Javier Milei sobre lo que ocurría bajó su guardia fueron hechas entre junio y julio de 2024. Otro aviso llegó a mediados de noviembre del mismo año, con la renuncia de Natalia Basil, la directora de Asignaciones de la Agencia y esposa del consultor Fernando Cerimedo.