Laura Arrieta: de las valijas a la foto con el presidente de Paraguay
Su nombre se hizo conocido cuando estalló el escándalo del avión procedente de Miami con maletas que no fueron revisadas. Ahora su empresa abrió oficinas en Asunción.
La escena ocurrió en Asunción, durante la inauguración de las nuevas oficinas de OCP Tech en Paraguay. Entre ejecutivos, funcionarios y referentes del sector tecnológico, una figura llamó la atención: Laura Belén Arrieta, la mujer de 32 años que meses atrás había ingresado a la Argentina en un avión privado desde Miami con diez valijas que pasaron sin control aduanero. Su presencia no sería noticia por sí sola, si no fuera porque compartió el acto con el propio presidente Santiago Peña, quien participó de la apertura de esta empresa vinculada al empresario argentino Leonardo Scatturice.
Laura Belén Arrieta no es una ejecutiva tradicional del sector tecnológico. Con domicilio en la Ciudad de Buenos Aires, trabajó en aerolíneas y cursó estudios en escuelas privadas de tripulantes de cabina antes de incorporarse al círculo de Scatturice. Su salto al primer plano ocurrió como parte del comité organizador de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) que en diciembre de 2024 tuvo lugar en el Hotel Hilton de Buenos Aires. Allí se mostró con Javier Milei y dirigentes de la derecha internacional.
Ese antecedente ya la posicionaba como engranaje de un entramado político y empresarial transnacional. Sin embargo, el verdadero golpe mediático llegó el 25 de febrero de 2025, cuando ingresó a Ezeiza en un avión privado de lujo, acompañada de equipaje que no pasó por controles de Aduana. La investigación judicial que se abrió desde entonces la puso en el ojo público y la etiquetó como “la mujer de las 10 valijas”, símbolo de un sistema de privilegios que involucra a vuelos privados, contactos oficiales y zonas grises de la seguridad aeroportuaria.
En ese contexto, verla en Paraguay oficiando de anfitriona de un acto con el presidente Peña marca un cambio de escenario: lejos de la discreción o el repliegue, Arrieta reaparece en un rol institucional, como representante de la compañía que encabeza su jefe y mentor.
OCP Tech no es una start-up improvisada. Se presenta como una empresa con más de veinte años de trayectoria en integración de soluciones tecnológicas, con presencia en múltiples países y vínculos con grandes fabricantes globales. Desde Paraguay, promete aportar a la transformación digital local con servicios de ciberseguridad, análisis de datos, infraestructura y lo que llaman “resiliencia digital”.
Detrás de esa fachada corporativa aparece la figura de Leonardo Scatturice. Empresario argentino radicado en Miami, fundó OCP Tech y COC Global Enterprise, el holding al que responde la filial paraguaya. Su nombre es conocido desde hace más de una década en los pasillos de la inteligencia argentina: en 2012 su empresa C3 Consultings fue investigada en la causa Dark Star, en medio de la guerra interna de espías durante el kirchnerismo.
Con los años, Scatturice se trasladó a Estados Unidos, amplió sus negocios y reforzó sus vínculos con el universo conservador estadounidense. Se integró a la cúpula de la CPAC gracias a su relación con Matt Schlapp y Barry Bennet, asesor de Donald Trump. Su red incluye a empresarios de medios y operadores políticos argentinos, y más recientemente lo vincula con la estructura de poder cercana a la presidencia argentina.
En ese ecosistema, Arrieta aparece como ejecutiva de confianza. No solo figura como empleada de OCP Tech, sino también de COC Global y otras sociedades relacionadas. La trama se completa con el avión privado Bombardier N18RU, propiedad de Scatturice, que fue el mismo que utilizó Arrieta para ingresar a la Argentina en febrero sin controles.
Que el presidente Santiago Peña haya encabezado la inauguración de OCP Tech Paraguay coloca el episodio en otra dimensión. No se trata solo de la llegada de una compañía tecnológica, sino de una señal política. El acto fue presentado como un hito en la confianza hacia el potencial digital paraguayo, con promesas de innovación y empleo. Pero la presencia del jefe de Estado legitima públicamente a una empresa cuyo dueño y ejecutivos cargan con un pasado controvertido en la Argentina.
La pregunta es hasta qué punto su figura sigue siendo funcional a Scatturice y sus redes de influencia, y qué riesgos acarrea para la transparencia institucional de Paraguay. La empresa se muestra como proveedora de servicios tecnológicos, pero su historia y sus protagonistas invitan a leer entre líneas.
Queda abierto el interrogante sobre los alcances de esta relación público-privada. ¿Será OCP Tech un socio estratégico genuino para la modernización digital paraguaya, o un vehículo de influencia política regional con antecedentes difíciles de ignorar? La respuesta, como suele ocurrir en estos casos, dependerá de lo que pase fuera de las cámaras, en los contratos y en los pasillos donde se mezclan negocios y poder.