Qué pasará con los kioscos de diario tras el nuevo decreto de Milei
Federico Sturzenegger anunció en sus redes sociales el nuevo decreto que impulsó el gobierno nacional
La firma del Decreto 629/25 por parte del presidente Javier Milei y la ministra Sandra Pettovello abrió un nuevo capítulo en la historia de los kioscos de diarios y revistas en Argentina. La norma, que deroga el Decreto 1025/00, tiene un doble efecto: por un lado, libera la venta de publicaciones impresas que durante décadas estuvo atada a una red de puestos regulados; por otro, devuelve a los municipios la potestad de gestionar los usos del espacio público en relación con esos kioscos.
La medida, celebrada por Federico Sturzenegger en redes sociales, se presenta como un ejemplo de la “restitución de competencias” que impulsa el oficialismo, pero también se inscribe en una transformación cultural y económica que ya venía en marcha: la reconversión de los puestos de diarios en cafés, librerías o espacios de servicios.
El propio Sturzenegger recordó el origen histórico del sistema: en 1948, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, se creó un régimen que centralizaba la distribución de diarios y revistas a través de kioscos habilitados. Ese esquema —consolidado en décadas posteriores— respondía a la lógica de controlar la circulación de la información en tiempos sin internet. Con el paso de los años, la red de kioscos se convirtió en un engranaje de la vida urbana, pero también en una estructura fuertemente regulada. La digitalización terminó por erosionar su razón de ser: la venta de ejemplares en papel cayó en picada, y los puestos empezaron a sobrevivir ofreciendo golosinas, juguetes, souvenirs o alimentos. Tanto es así, que de los más de 8.000 puestos de diario que supo haber en la ciudad, ahora sobreviven menos de 2.000.
El trasfondo es innegable: el kiosco de diarios ya no puede sostenerse únicamente con la prensa impresa. En Buenos Aires, en Barcelona o en Londres, la solución fue la misma: transformarse en espacios híbridos, donde conviven el café de especialidad, las revistas de nicho y una nueva sociabilidad urbana. El problema, como señaló Sturzenegger, es que la mutación de un puesto de diarios en una cafetería no es un asunto menor: requiere ordenamiento, permisos sanitarios y regulación del espacio público, todas competencias propias de los municipios.
Con la nueva norma, serán los intendentes quienes definan el destino de estos pequeños puntos en la ciudad. Eso abre conflictos, con bares establecidos que pagan alquileres más altos, por ejemplo, pero también oportunidades: revitalizar plazas, generar nuevos servicios y resignificar estructuras que de otro modo quedarían vacías.
En ese abanico de reconversiones también aparece una opción cada vez más explorada: que los kioscos funcionen como puntos de retiro de compras online. La idea parece lógica en un contexto donde el comercio electrónico crece y la logística de última milla busca espacios de proximidad. Sin embargo, su practicidad despierta dudas: sin un refuerzo en las condiciones de seguridad, estos puestos abiertos y a la vista pueden convertirse en blancos fáciles para robos o conflictos, lo que obliga a pensar soluciones de resguardo antes de impulsarlos masivamente.
La reconversión de kioscos no es un fenómeno exclusivamente argentino. En Barcelona, el proyecto News & Coffee, nacido en 2019, convirtió antiguos quioscos de prensa en bares de especialidad que también venden más de 100 títulos de revistas y libros. La idea se expandió a Madrid, Valencia y Londres, donde desembarcó con locales en Holborn y King’s Cross.
En la capital británica ya existía el Kioskafé, impulsado por la revista Monocle, que ofrece café y prensa internacional bajo demanda. En Italia, la Edicola 518 de Perugia transformó un viejo kiosco en librería de ediciones alternativas y microgalería de arte, mientras que en Nueva York varias casillas del subte se reactivaron como espacios culturales temporales. Todos estos casos muestran que el paso de la prensa al café y la cultura es parte de una tendencia global.
En Buenos Aires, la experiencia pionera fue el kiosco Canillita, que en 2024 abrió como café de especialidad dentro de un puesto tradicional, marcando un camino de innovación en la Ciudad y que pronto seguramente tendrá muchas más posibilidades.
El oficialismo presenta la medida como parte de una estrategia más amplia: devolver a provincias y municipios competencias que el Estado nacional había absorbido con los años. Para Milei y Sturzenegger, es una pieza en la cruzada por desarmar el andamiaje “estatista” heredado. Pero el impacto cotidiano se juega en otra dimensión: qué hacemos con esos kioscos que ya no venden diarios y cómo los convertimos en lugares útiles y vivos dentro de la trama urbana.
En esa encrucijada, las ciudades argentinas se enfrentan a un desafío que va más allá de la política. De cafés de especialidad a librerías de revistas, de puntos postales a espacios culturales, los kioscos mutan y se resignifican. El decreto libera el camino y devuelve la decisión a cada intendente. El futuro de estas pequeñas estructuras dependerá de la creatividad y de la capacidad de los municipios para integrarlas al espacio público como algo más que un recuerdo de la era del papel.