El mercado argentino lleva días en tensión, y el resultado electoral de este domingo aparece como la llave que definirá el pulso cambiario de las próximas semanas. No se trata solo de política: la economía está parada sobre un esquema que ya muestra señales de agotamiento. Analistas y economistas coinciden en que el sistema de bandas cambiarias tiene fecha de vencimiento, pero aún no se sabe cuál es. A partir del lunes, gane quien gane, la gran incógnita será qué vendrá después.

En la práctica, este sistema ha funcionado como una herramienta de contención de la inflación: el tipo de cambio oficial se mantiene bajo un control férreo, lo que permite anclar expectativas en el corto plazo. Pero, como señalan varios economistas, este tipo de mecanismos tiene un límite. “Todos sabemos que estos sistemas duran un tiempo y terminan muriendo tarde o temprano”, citan a algunos analistas de Financial Times y del International Monetary Fund. El mercado, acostumbrado a leer ciclos repetidos, parece prepararse para ese desenlace.

La expectativa en las mesas financieras es clara: si el oficialismo alcanza al menos el 30% de los votos, podría producirse una corrección a la baja en la cotización paralela. Si el resultado es peor, la presión cambiaria podría escalar. El periodista especializado Mariano Gorodisch resumió la lógica: “Si llega ahí al 30%, muchos van a tener que salir a vender los dólares que hoy tienen. Hay una sobre dolarización terrible”.

El diagnóstico coincide con lo que observan traders y bancos: gran parte de los actores ya están cubiertos frente a un escenario negativo, pero un resultado electoral menos adverso podría forzar el cierre masivo de posiciones. Según Julián Yosovitch, “el consenso es muy negativo; si el resultado no es tan malo, habrá cierre de coberturas importante”.

El gráfico de bonos compartido por Julián Yosovitch (Crédito: X)

A esto se suma otro dato técnico: a fin de mes vencen contratos por unos 5.000 millones de dólares en instrumentos Dollar Linked y futuros. Esto incentiva al Gobierno a postergar cualquier movimiento brusco hasta después de ese hito. Además, la plaza está seca de pesos, lo que podría contribuir a un respiro transitorio.

El sistema de bandas cambiarias —una franja dentro de la cual el dólar se mueve con intervención oficial para evitar saltos bruscos— ha sido presentado como un ancla antiinflacionaria. Sin embargo, su efectividad suele agotarse cuando la brecha con la economía real se ensancha demasiado. Así ocurrió con la “tablita” de los años setenta y con otros esquemas posteriores: tarde o temprano, el mercado empuja.

El economista Ricardo Arriazu fue directo: “Si las elecciones salen mal para el Gobierno, se acaba la ayuda de Estados Unidos y el dólar no tiene precio”. En caso de que el oficialismo logre mantener un tercio de legisladores, estimó que “el apoyo continuará y la economía cambia de la noche a la mañana”. Lo que está en juego no es solo la política interna, sino el sostén internacional de un esquema que depende tanto de dólares financieros como de expectativas.

Si el resultado electoral es menos adverso de lo que descuenta el mercado, es posible que se produzca una baja coyuntural en las cotizaciones paralelas. Empresas y particulares podrían desarmar parte de sus posiciones en dólares, generando un alivio inmediato. Este escenario permitiría al Gobierno estirar el esquema de bandas un poco más, con intervención y reservas.

Un segundo escenario, más probable si el oficialismo obtiene un mal resultado, es que la presión se acumule rápidamente, obligando a redefinir la política cambiaria: una devaluación controlada, un desdoblamiento cambiario (con un dólar comercial y otro financiero) o incluso un giro hacia mayor flexibilidad. Ninguna de esas opciones es sencilla: todas implican costos políticos y económicos.

Por último, un tercer escenario —más estructural— sería avanzar en una liberalización gradual, algo que el propio presidente Javier Milei ha planteado como horizonte ideológico, pero que requiere un volumen de reservas y credibilidad aún lejanos. En la práctica, cualquier cambio abrupto sin respaldo sólido podría disparar una nueva corrida.

En Washington, el Tesoro estadounidense viene respaldando al Gobierno con un discurso similar al famoso “whatever it takes” de Mario Draghi en 2012. Para Milei y su ministro de Economía Luis Caputo, ese apoyo es un “game changer”. Sin embargo, como recordaron analistas como Martin Wolf y Maurice Obstfeld, el margen político en Estados Unidos no es infinito. Un mal resultado electoral podría erosionar esa confianza y acelerar el final de las bandas.

El CEO de Cocos Capital Ariel Sbdar recordó que “el dólar bajó muchas veces en Argentina, en términos nominales y reales”. Entre 2002 y 2009, y entre 2023 y 2025, hubo períodos donde una caución rindió más del 50% en dólares. “Eso significa que el dólar bajó”, señaló. Para Sbdar, el dólar no tiene un solo camino: depende de expectativas, flujos y política económica.

Esa percepción será determinante después del domingo: si los actores creen que el Gobierno todavía tiene capacidad de sostener la estrategia, el dólar podría estabilizarse por un tiempo. Si no, la presión será inmediata.

La historia económica argentina está llena de esquemas cambiarios que funcionaron como placebo hasta que dejaron de hacerlo. La tablita, la convertibilidad, los controles duros. Todos tuvieron un punto de quiebre. El sistema de bandas no parece ser la excepción: nació como instrumento de contención y ya muestra fisuras. Pero un resultado positivo para el Gobierno alargarían su vida, tan cuestionada en los últimos meses.