En las últimas semanas, la serie de la vida de Chespirito puso en primer plano los problemas que hubo entre los actores del Chavo del 8, y entre ellos el que quedó como principal antagonista Carlos Villagrán. Con luces y sombras, Quico se metió en el corazón de millones de personas, pero hoy su nombre está más vinculado a las críticas que a los elogios. El regreso a escena de Carlos Villagrán en Perú, volvió a poner sobre la mesa un viejo debate: ¿cuándo debe retirarse un artista? ¿Y bajo qué condiciones?

A sus 81 años, Carlos Villagrán volvió a interpretar al querido Quico durante un show en el Mega Circus de Lima, donde fue recibido con ovaciones y afecto por parte de un público de todas las edades. “Estoy contento de volver a Lima. Y si vuelvo a Perú es porque los peruanos me aman y me piden volver”, expresó Villagrán. Su presentación incluyó chistes, juegos y música, en un espectáculo de casi dos horas.

El evento, que tuvo lugar en el MallPlaza Bellavista, coincidió con la expectativa generada por la bioserie Chespirito: sin querer queriendo, lo que reavivó el interés por los personajes que marcaron a generaciones. Sin embargo, también expuso una faceta menos amable: el inevitable paso del tiempo sobre quienes alguna vez fueron símbolos de la infancia para millones.

En paralelo, la aparición de María Antonieta de las Nieves, la Chilindrina, en un programa de televisión peruano, desató preocupación por su estado físico. Si bien no protagonizó un espectáculo en vivo como Villagrán, su sola presencia fue suficiente para que las redes sociales se encendieran con mensajes que iban desde la admiración hasta el pedido de “retiro con dignidad”.

Este movimiento espontáneo en redes sociales no apunta contra los artistas, sino más bien contra las condiciones que muchas veces los empujan a permanecer activos: motivos económicos, contratos prolongados o la insistencia de un público que no siempre mide las consecuencias de sus demandas. Además de estas apariciones sobre el escenario, Carlos Villagrán también vende desde sus redes sociales el servicio de saludos personalizado, a través de la plataforma Famosos.

Al respecto, Villagrán fue tajante al descartar un reencuentro con antiguos compañeros del elenco: “Yo no me junto con esa chusma. Ellos tienen sus motivos, sus razones, los respeto a todos, pero no”.

Lo curioso es que según el sitio estadounidense Celebrity Net Worth (que se dedica a calcular la fortuna de los famosos), Carlos Villagran tendría la suma de 10 millones de dólares, por lo que sus participaciones en los shows a su edad, parecen estar más vinculadas con su deseo de seguir actuando, que por problemas económicos.

La realidad es que fue el dinero lo que provocó en su momento el mayor quiebre en la relación entre Carlos Villagrán y Chespirito. En pleno auge del programa, su salario era de apenas 650 pesos mexicanos por capítulo. La cifra, que hoy seguiría siendo modesta incluso ajustada a la inflación, contrasta drásticamente con el fenómeno continental que fue la creación de Roberto Gómez Bolaños.

El dato no solo fue confirmado por el propio Villagrán en distintas entrevistas, sino también por Rubén Aguirre, quien interpretaba al Profesor Jirafales. En diálogo con medios como Milenio, Aguirre explicó que, pese a la popularidad arrolladora del ciclo, los actores no se beneficiaban proporcionalmente en términos económicos. De hecho, señaló que Villagrán recibió varias propuestas para trabajar en el extranjero con contratos muy superiores a los que ofrecía Televisa.

Una de esas ofertas llegó desde Venezuela, donde le propusieron a Villagrán protagonizar su propio show con una paga de 10.000 dólares, una cifra sideral en comparación a lo que percibía en México. Fue entonces cuando el actor decidió hablar con Gómez Bolaños y plantearle la posibilidad de aceptar la propuesta. La respuesta del creador fue categórica: le permitió retirarse del proyecto, pero dejó en claro que el personaje de Quico pertenecía a su autoría, y por lo tanto, no podía ser utilizado fuera del universo de El Chavo del 8.

Ese momento marcó el quiebre definitivo entre ambos. La tensión no era nueva, pero se agudizó cuando Villagrán decidió dar el salto hacia la independencia artística y económica. Para evitar conflictos legales, cambió la grafía del personaje, de "Quico" a "Kiko", y registró el nuevo nombre con una letra “k” que le permitió continuar encarnando al mismo personaje, o uno muy similar, sin infringir los derechos de autor reclamados por Chespirito.