En el calendario cultural argentino, ArteBA se ha consolidado como una cita ineludible. Este 2025 volvió a demostrarlo: en Costa Salguero, la feria reunió a 67 galerías y más de 400 artistas, en una edición marcada por el optimismo de los galeristas, la presencia sostenida de compradores locales e internacionales y un aire de celebración atravesado por homenajes y nuevas apuestas.

Desde el inicio se respiraba un clima de vitalidad. Los pasillos rebosaban de obras contemporáneas que iban de los lenguajes más clásicos a las propuestas más disruptivas, en un diálogo que reafirma a ArteBA como plataforma central del arte argentino y latinoamericano. Lo confirmaban las ventas: muchos galeristas coincidían en que la edición fue fructífera, con adquisiciones rápidas, apenas abierta la feria y con el ingreso de nuevos compradores, muchos de ellos jóvenes, que se animaron a dar sus primeros pasos en el coleccionismo.

Cómo siempre, uno de los espacios más concurridos, y comentados, fue la sección Utopía, que volvió a convertirse en la vidriera ideal para las galerías jóvenes y proyectos experimentales. Allí, el Premio En Obra alcanzó una recaudación récord de 25.500 dólares, señal de un interés creciente por estimular producciones fuera de los circuitos más establecidos. La premiación y la presencia de curadores internacionales reforzaron la idea de que la escena local está conectada con debates y tendencias globales. Entre las obras del sector, que siempre suelen destacar por ser las más innovadoras, fue la de Federico Roldán Vukonich, Milenial de Casaproyecto Galería, la que más llamó la atención.

Milenial, la obra de Federico Roldán Vukonich. (Crédito Instagram: @artebafundacion)
Milenial, la obra de Federico Roldán Vukonich. (Crédito Instagram: @artebafundacion)

Pero ArteBA 2025 también tuvo un componente emotivo: fue la primera edición sin la presencia física de Luis Felipe “Yuyo” Noé, fallecido este año. El artista, figura central de la plástica argentina, había sido un visitante habitual de la feria desde sus inicios. Su ausencia se sintió en cada rincón, y el homenaje más contundente fue la exhibición de Alias el chancho (1962) en el stand de Galería Palatina. Ver esa obra histórica en medio del bullicio contemporáneo funcionó como recordatorio de la potencia creativa de un maestro que supo pensar el caos y darle forma en el lienzo. El gesto, sencillo y contundente, convirtió la feria en un espacio de memoria además de mercado.


Alias el chancho, de Yuyo Noé (Crédito @artebafundacion)
Alias el chancho, de Yuyo Noé (Crédito @artebafundacion)

El otro gran termómetro de la vitalidad de esta edición fueron las adquisiciones institucionales. El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) amplió su colección con obras de María Martorell, Joan Wall, Flor Alvarado, Martín Legón, Sandro Pereira y Laura Ojeda Bär, gracias a un aporte récord de su comité de adquisiciones. El Museo Nacional de Bellas Artes sumó La cruz del diablo (1998) de Oscar Bony, pieza clave de un artista que siempre trabajó en la frontera entre arte y provocación. El Museo Provincial Franklin Rawson de San Juan se llevó una obra de Alfredo Dufour, mientras que el Museo de Arte Contemporáneo de Salta (MAC) concretó un conjunto de compras que incluyó trabajos recientes de Alejandro Moreyra, María Ossandón y Eliana Quilla. A nivel internacional, el Museo de Arte de Lima (MALI) adquirió seis obras de Ana Seggiaro, confirmando la proyección regional de ArteBA.

Estas operaciones no son solo movimientos de mercado: son apuestas de largo plazo que aseguran la circulación de artistas en espacios públicos y la consolidación de patrimonios que trascienden el presente inmediato. Las ventas destacadas también alimentaron la narrativa de éxito. Ese fenómeno tuvo un apoyo decisivo en programas como Santander – Primera Obra, pensado para incentivar a quienes se acercan por primera vez al mercado, y en la presencia institucional de la Fundación Andreani, que nuevamente apostó por acompañar el desarrollo de la feria. Son iniciativas que, sin ocupar el centro de la escena, contribuyen a sostener un ecosistema donde conviven artistas emergentes, galerías consolidadas y museos en busca de piezas clave para sus acervos.

Quizás la mejor imagen para resumirla sea esa tensión entre pasado y futuro: de un lado, la presencia poderosa de la obra de Yuyo Noé; del otro, la energía de los programas para primeros compradores y de los artistas jóvenes de Utopía. Entre ambos polos se tejió el pulso de ArteBA 2025.