Bien de boludo: la eficiencia como meta de vida
Para el autor vivir la vida de manera eficiente y no pensar que también tienen cierto encanto en los errores o situaciones incómodas es para ingenuos
La primera cancha de fútbol a la que fui en mi vida fue la de Atlanta. Había una proximidad: mi abuela vivía un par de cuadras y mi familia, a diez. Fue el club, la colonia de vacaciones y el lugar donde empecé a gozar fútbol en vivo. La de Atlanta es una de esas hermosas canchas que tienen la dimensión justa para que se pueda ver bien de todos lados, y parte de lo que quería comentar justamente se relaciona con eso.
Ver fútbol en vivo es una experiencia única. Quienes aman el deporte y les gusta compartir esa experiencia con amigos, con familia o con parejas, sabe que siempre es un planazo, pase lo que pase en el campo de juego. Pero hay un fenómeno que me llama mucho la atención: la platea principal permite que, una vez terminado el primer tiempo, la gente que quedó del lado del arco hacia el que atacaba el equipo local, pueda desplazarse a la otra punta para poder llegar a vivir una situación de gol y seguir de cerca los ataques del equipo.
En principio, parece lógico: uno tiene la chance de desplazarse y presenciar ofensivas en el campo rival. Sin embargo, hay algo que no deja de sorprenderme, y es esa necesidad de, estando en una cancha que se ve bien de todos lados, sentir que lo único que vale la pena es ver goles.
Y acá empieza mi idea, a lo mejor un tanto quisquillosa, buscando el pelo al huevo o simplemente polémica. Me parece algo bien de boludo vivir la vida de manera eficiente y no pensar que a lo mejor tiene cierto encanto ver un golazo de lejos y tener que ir a constatar, en la repetición, cómo fue la jugada, y por otra parte, no considerar que ver un buen quite o una buena atajada (en este caso, del arquero Francisco Rago, uno de los mejores jugadores de Atlanta), vale tanto como ver un gol. Una especie de idea de que el hit es lo único que vale la pena. Como si no hubiera otra opción para poder ser feliz que no sea aquella proximidad casi protagónica con el evento que termina cambiando las cosas.
Sinceramente, no lo entiendo. ¿Qué estamos buscando? ¿Ver mejor el gol? ¿Estar cerca del ataque? ¿Alejarnos de la defensa? Sería algo así como cambiar de posición en la sala de cine, buscando encontrar primeros planos, o como leer el principio y el final de los libros; total, el medio, que es desarrollo, no vale tanto la pena.
Estos ejemplos pueden sonar caprichosos, pero si uno sobrevuela la idea y toma distancia, volvemos a la noción de eficiencia. La vida también son errores, perspectivas complejas, no ver bien algo, haber ido justo al baño en el momento que la banda cantó el hit de tu vida, y entender que la perfección o la búsqueda de la misma no existe, incluso aunque pudiéramos estar en cada silla con la proximidad más lógica y sensata para poder asistir a los grandes momentos de la historia.
