Confesiones en el Uber: cuatro historias increíbles en un viaje
Historias contadas desde el punto de vista de conductores de las aplicaciones
Las aplicaciones de transporte dominan actualmente el territorio de los centros urbanos argentinos y ese pequeño espacio del asiento trasero genera en algunos pasajeros la necesidad de hablar. Los choferes se han vuelto los nuevos peluqueros, por la cantidad de chismes e historias que escuchan a diario, y hasta ofician de psicólogos. Las minihistorias reales que los conductores eligieron dejar de callar.
Rebeldía juvenil
Mi nombre es Julían, tengo 45 años, soy un Uber Driver desde hace 2 años. Un viernes a la noche se subieron a mi auto dos chicas de entre 17 y 19 años. El viaje comenzó en Olivos, rumbo Palermo. Las dos chicas que se subieron al taxi, salían de joda, y hablaban de que luego se irían a encontrar con otros amigos. En una conversación entre ambas, contaron sus anécdotas románticas. Una de ellas habló sobre sus ‘amores fugaces’ con los demás chicos de su grupo y con quiénes salía. La chica no paraba de hablar de todos sus encuentros, con detalles y todo. Yo no podía hacer más que seguir mirando adelante y tratar de evitar escuchar lo que decía, aunque no podía. Me parecía muy vulgar. Pregunté si querían que pusiera la música, al sentirme tan incómodo, pero me ignoraron. Ella seguía contando sus encuentros casuales, y su amiga le preguntaba cómo lo hacía, cómo podía hacer eso, cómo lograba generar tantas relaciones sin sentir nada. Ella contestó que era porque los usaba y que no sentía nada por ninguno. Que incluso uno estaba muy ‘puesto’ con ella, estaba enamorado y se había declarado la noche anterior. Le había regalado unas flores y le había dicho que la amaba, a lo que ella agregó que incluso no le importaba que su otro amigo cogía mejor. Su amiga le dijo que no diga más nada, por respeto a mí, que las estaba escuchando. Pero ella me tocó el hombro, me miró y me dijo: "A ver si aprendes algo…”.
Amor Inesperado
Mi nombre es Darío, tengo 35 años y conocí a una chica muy linda en un viaje que no tenía planeado. La otra noche de sábado me pasó que ya por terminar de trabajar, cuando rezaba para que no se suba ningún ebrio pelotudo que me rompera el auto, más o menos a las 3:40 de la madrugada, dos chicas pidieron un viaje. El viaje era de Recoleta, puntualmente del boliche Cruza, con destino a Palermo. Una de ellas era argentina y la otra no…La otra era muy linda, yo sabía que no era argentina, por sus rasgos. Luego me enteré de que era dominicana. El clima en el auto era raro, se veía que había una tensión entre ambas. La argentina le reclamaba porque llamaba la atención de los chicos y que la tildaba de ser ‘fácil’, solo por llamar la atención. Al llegar al destino, en vez de quedarse ambas, la dominicana le dijo a su amiga que generara otro viaje para hacerlo sola. Esta vez, de Palermo a Micro Centro. Entonces se quedó en el auto y reiniciamos la partida. Al pasar por un momento de tensión con su amiga, ella sintió la obligación de tener que pedir disculpas por lo que yo tuve que presenciar. Le dije que no escuché nada: ‘Lo que pasa ahí, se queda ahí. Me he acostumbrado solamente a manejar y no escuchar nada’. Seguimos conversando con la chica. Me acuerdo que su primera pregunta fue si me gustaba mi trabajo y yo le respondí que me dedicaba a esto desde hacía 3 meses porque había perdido mi otro trabajo. Ella me respondió que tenía un hermano que se dedicaba a lo mismo, así que me ofreció sus contactos. Yo estaba feliz, recuerdo que la miraba por el retrovisor, no sabía si era su forma de ser, que no estamos acostumbrados aquí o era linda conmigo. Nos pasamos el contacto, yo quería seguir conversando con ella, se me hizo corto el viaje. Después le mandé un mensaje y me contestó de inmediato. Y desde ese momento no paramos de enviarnos mensajes. El resto es historia.Todo lo que pasa en el Uber, se queda en el Uber. Pero bueno, esta vez no".
Cactus de regalo
Me llamo Rodrigo, tengo 43 años. Una tarde se subió un muchacho de unos 37 años, en un viaje desde San Isidro a Villa Urquiza. El pibe con tonanda uruguaya me empieza a contar que estaba en un proyecto, un proyecto que le hacía mucha ilusión y estaba muy emocionado, había esperado mucho tiempo para que se presentara esta oportunidad, estaba esperando que todo salga bien. Este proyecto era con una artista argentina. La partida del trayecto inició y el pibe fue tomando más confianza, se fue soltando y confesó que en una fiesta a la que había ido se encontró con la chica en cuestión y que sintió que había onda entre ellos. Él decía que había una conexión entre ellos, pero no quería generar nada, no iba a hacer nada al respecto. Él me dijo que ella se estaba mudando de casa y que quería verlo en ese momento. Yo lo ví por el retrovisor y lo vi muy entusiasmado y tenso, él dijo: 'Nos vamos a ver en su departamento nuevo para hablar del proyecto. Quiero regalarle algo, pero no sé qué. No quiero llevarle flores porque se va a malinterpretar… ¿Qué puede ser? preguntó" . Yo le dije medio en broma que una planta termina de ser una ‘flor' sin serlo y me reí. Él me preguntó dónde podía conseguir una planta. Lo terminé llevando a una florería y compró un cactús. Luego lo llevé a la casa de ella, por Villa Urquiza. Me dejó unas galletas por agradecimiento luego de pagarme e intercambiamos contacto. Poco depués me contactó para llevarlo al BuqueBus, en su retorno a Uruguay. Le pregunté qué había pasado con esta celebrity y me dijo que todo había salido bien, pero no dio más detallles sobre eso.
Caminos Cruzados
Soy Roberto tengo, 58 años. Una vez por las calles de MicroCentro, entre Tacuari y Rivadavia, me crucé con una persona llorando, desesperada con una bebé en brazos, ella decía que se le moría. Yo la llevé gratis al hospital y ahí los dejé. De rumbo al aeropuerto por un nuevo pedido de viaje por la aplicación, me pasé una señalización y un polícia me paró. Este federal recibió justo una llamada, que le decía que habían llevado de emergencia a su hijo y gracias a un taxista pudieron llegar a tiempo… Yo, al escuchar esto irrumpí y le dije que era yo quien los llevó. Me perdonó la multa e incluso nos hicimos amigos e intercambiamos números. El encuentro terminó con la frase del oficial diciéndome que jamás se olvidaría de lo que hice: "Cuenta conmigo para lo que quieras, gracias me salvaste a lo más preciado que tengo".