“Me acaban de comunicar que un amigo, conocido, una persona a la que yo apreciaba, se suicidó anoche”, dijo entre lágrimas Svetlana Irina Bonthuis el 21 de agosto, en un vivo de Instagram que se extendió poco más de media hora. La exabogada e influencer trans se quebraba frente a sus seguidores: “Me duele que haya tomado esa decisión porque la vida, a pesar de todo, es linda… y que haya tomado esta decisión me da bronca, porque quedan los hijos de puta en el mundo, las buenas personas se nos van”.

Ese amigo era Gonzalo Goldschein, streamer y creador de La Gran Hermana, un experimento audiovisual que se montó en una casa de Berazategui y que durante semanas transmitió en vivo la convivencia de cuatro personas en situación de vulnerabilidad. Tres días después, el 24 de agosto, su nombre apareció en los avisos fúnebres de La Nación, confirmando su fallecimiento y señalando que había sido enterrado en un cementerio público. La noticia terminó de sellar el destino de un reality tan crudo como breve.

Svetlana Irina Bonthuis cuando contó la muerte de Gonzalo (Crédito: Instagram)

El proyecto funcionaba como un espejo deformado de Gran Hermano. Pero no había conductor, no había filtros, no había horario de protección al menor. Solo cámaras, una transmisión continua por Twitch e Instagram, y una dinámica de puertas abiertas que transformaba la convivencia en un caos permanente.

Los participantes iniciales de la casa de Gran Hermana (Crédito: Instagram)

Los primeros participantes fueron Germán; Gustavo y Jorge; junto a Roxy Hard, artista trans y figura central del show. Ella no solo ocupaba el lugar de participante, sino que se erigía como guía, la que decidía quién podía entrar o salir de la casa. A lo largo de los días aparecieron visitantes ocasionales. Entre ellos, Marcos, un personaje excéntrico que en una entrevista con Gonzalo se presentó diciendo: “Yo no puedo hablar sin whisky. Soy el hijo de Charly García, boludo”. Svetlana estaba anunciada para sumarse, pero la transmisión se cortó antes de su ingreso.

Gonzalo Goldschein, en una de sus pocas apariciones en cámara, charlando con Marcos, una de las personas que pasó por la casa (Crédito: Instagram)

En junio Gonzalo había publicado en Reddit un texto que funcionaba como manifiesto de lo que él creía que era su proyecto: “La Gran Hermana no es un reality más. Es el retrato sincero y sin censura de (ahora) tres personas que vivieron al margen, marcadas por el consumo, la pobreza y la exclusión. Hoy, desde una casa compartida bajo la guía de Roxy Hard, intentan vivir sus vidas frente a las cámaras… y frente a sí mismos.”

Quería mostrar la marginalidad de frente, sin disfraces. El post prometía escenas de consumo, vínculos rotos, reinserción social, salud mental y pequeños gestos de dignidad en medio del derrumbe. “Detrás de cada historia hay dignidad. Porque a veces, lo más poderoso no es la ficción… es la realidad”, escribió.

En ese texto enumeró a los participantes y compartió un clip de Instagram que ya había superado las 220 mil reproducciones. El proyecto empezaba a generar ruido. El ruido fue literal. En la casa hubo gritos, peleas físicas y verbales, momentos de llanto y episodios de delirio. Un espectador acusó en vivo a uno de los participantes de robo, lo que derivó en una confrontación violenta que puso en riesgo el proyecto. La policía llegó a intervenir por el nivel de disturbio.

El baño de la casa de Gran Hermana (Crédito: Instagram)

Para la audiencia, ese caos era parte del atractivo: un reality que no maquillaba nada. Para los participantes, la tensión diaria se volvió un límite difícil de sostener. En agosto, la transmisión se interrumpió sin aviso. Los rumores se multiplicaron: un robo de Wi-Fi, problemas de presupuesto, discusiones internas. Pero la versión más extendida y la que terminaron relatando youtubers y usuarios de Reddit fue la más oscura: que Gonzalo Goldschein se suicidó en plena transmisión y que fue Roxy Hard quien lo descubrió.

Esa versión nunca fue confirmada por su familia, que hasta ahora no se dio presencia, pero coincidió con los tiempos: el vivo de Svetlana el 21 de agosto y el aviso fúnebre del 24. Tras el desenlace, la casa fue saqueada y el proyecto desapareció de las redes.

En su vivo, Svetlana lo recordó como un hombre sin prejuicios: “Este muchacho era uno de los pocos que no ejerció la discriminación frente a mi persona como abogada en mis últimos tiempos. Es más, me había propuesto hacer algunos proyectos mediáticos”.

Con bronca, insistió: “Un tipo con montones de proyectos, que me había propuesto a hacer un montón de cosas, que nunca ejerció la más mínima discriminación conmigo, que me conocía de mis épocas que yo era abogada, fue cliente mío. Y, lamentablemente, tomó la peor decisión que puede tomar un ser humano, que es quitarse su existencia terrestre”.

La Gran Hermana se pensó como un retrato brutal de vidas en los márgenes. Terminó siendo también el retrato del derrumbe de su creador. Gonzalo Goldschein creyó que mostrar lo real sin filtros era una forma de dignificarlo. Su propio final quedó atrapado en esa crudeza.