En Buenos Aires, el café es mucho más que una bebida: es un ritual, un punto de encuentro y hasta un símbolo de identidad cultural. Desde los bares notables que resguardan la memoria porteña hasta los modernos espacios de café de especialidad que conquistaron a las nuevas generaciones, la ciudad late al ritmo de una taza humeante. Entre el pocillo de siempre y el flat white servido en vaso minimalista, conviven dos mundos que, lejos de excluirse, dialogan y revelan cómo cambian las costumbres en tiempos de inflación y redes sociales.

En el bar El Federal, ubicado en el corazón de San Telmo, el salón decorado con botellas de antaño y mesas de madera gastada nos sumerge en una atmósfera de los años ’50. Su estilo recuerda más al de un bodegón que al de un café de especialidad, pero aun así atrae a jóvenes que buscan un café con historia.

Mientras tanto, en el atractivo barrio de Las Cañitas, se encuentra Kopi Café. El tiempo corre distinto: las pequeñas mesas minimalistas, el verde palta que tiñe el espacio y los baristas con su remera de marca nos sumergen en otra experiencia. Es el reflejo del café de especialidad en Buenos Aires que llegó después de la pandemia y cambió la forma de tomar café.

En El Federal todavía suena el clásico plop de las botellas de vidrio con tapa corona. Los mozos trasladan dos platos en un brazo extendido, reflejando un equilibrio tradicional. En cambio, en Kopi Café, una barista canta en inglés la música moderna de fondo mientras calibra el molino y explica las notas cítricas y achocolatadas de un café etíope. Si en El Federal el café es rutina y pertenencia, en Kopi es conocimiento y versatilidad.

El Federal, a lo largo de sus 160 años de historia, recibió a sus clientes habituales que no son sólo consumidores, sino parroquianos. Forman parte de una comunidad que mantiene vivo el espíritu del lugar. La familiaridad con los mozos define su vínculo con el bar.

Por el contrario, en Kopi Café los clientes habitué van en búsqueda de nuevas experiencias sensoriales: café bien calibrado con notas específicas. Junto a la explosión de los influencers en Instagram y TikTok, impulsaron el interés por la bebida estéticamente atractiva para publicar fotos en redes sociales.

Mientras los parroquianos siguen fieles a sus rutinas en los cafés tradicionales, y los jóvenes buscan nuevas experiencias en los cafés de especialidad, la confitería Ritz encontró la manera de unir a ambas generaciones en una misma mesa. Un ícono porteño ubicado en el barrio de Colegiales.

Un dato a destacar: cinco bares notablesBar Federal, Bar Celta, Bar de Cao, Margot Café y La Poesía— no son sólo cafés; son espacios donde se mezclan literatura, música y arte. Entre charlas, presentaciones y muestras, los clásicos pocillos de porcelana blanca tintinean al ritmo de encuentros que celebran la cultura porteña.

La idea de Kopi nace con una visión clara: transformar cada visita en una experiencia única de café de especialidad, apoyándose en tres pilares fundamentales: productos de calidad, seleccionados y preparados con precisión; un ambiente pensado para disfrutar, trabajar y conectar; y un staff altamente capacitado, que crece profesionalmente en la Kopi Academy.

Quizás no se trate de elegir entre uno y otro. El Federal guarda la memoria viva en sus mesas de madera gastada, los parroquianos y el ritual de un café como excusa para encontrarse. En cambio, Kopi Café invita a una generación que busca explorar, experimentar y hacer del café una aventura sensorial.

El café en Buenos Aires no es solamente una bebida: es un puente entre la tradición y la innovación, donde ambas conviven. Sin embargo, la realidad actual marca un freno. El café de especialidad parecía imparable: cada semana abría un nuevo local con baristas afinando molinos y clientes buscando la foto perfecta para publicar en redes.

De la lágrima al flat white: Buenos Aires entre la tradición y el boom del café de  especialidad

Este 2025 empezó a marcar otro pulso. El consumo cayó a causa de la inflación y la pérdida de poder adquisitivo. Los consumidores optaron por volver al café clásico de la esquina, más cercano y más barato. El fenómeno impacta sobre todo en proyectos recientes que crecieron al calor del boom del café de especialidad posterior a la pandemia.

No es un final cerrado, pero sí una retracción clara. La etapa de aperturas quedó atrás y los cierres empiezan a definir el rumbo de un mercado que, con la inflación y el consumo en baja, difícilmente se recupere. Al mismo tiempo, los bares tradicionales de Buenos Aires vuelven a ocupar el centro de la escena: más económicos, más familiares y con clientes fieles, se consolidan como el verdadero refugio del café porteño.