El juguete inolvidable y la nostalgia analógica
Un recuerdo de la infancia puede seguir siendo un tesoro de la adultez. Por qué la tecnología no es todo
De un tiempo a esta parte, es más común ver en casa de gente que supera los 40 años alguna figura de acción, algún juguete, algo que estaba llamado, para hacer utilizado en la infancia para acompañar juegos y fantasías, pero que hoy por hoy pueden estar muy bien en una biblioteca, un escritorio, un lugar de trabajo, un cuarto para ver películas. Son objeto de adoración, la mayoría de las veces muy caros y difíciles de conseguir, incluso en ediciones limitadas. No es nada raro ni disparatado pensar en un hombre o en una mujer que trabajan en una oficina, que tienen un empleo más bien tradicional, y sin embargo, un fin de semana o al percibir sueldo o aguinaldo, van a cumplir uno de esos sueños y terminan en las manos con una figura de Trinity de Matrix o el Mach 5 o cualquier otra cosa.
Se hicieron varios estudios que intentaban dictaminar que ahora era más aceptado el hecho de seguir vinculado a la cultura popular de la infancia, integrando uno el mundo adulto, y se lo tipificó con algunos nombres: kidults, adult kids, young adults y demás. Pero hay un secreto escondido en esas piezas evocativas, como me gusta decirles, y es aquí donde nace el misterio y la magia.
La sofisticación de este negocio que busca envasar la nostalgia ha llevado a réplicas realmente complejas, que emulan de manera perfecta el modelo original. Sin embargo, muchas veces la magia está vinculada a otros pedacitos de plástico que bastante lejos están del mundo físico real. Me refiero a las pequeñas piezas de Jack: imperfectas, mal pintadas, inacabadas, con detalles que podríamos decir descuidados o incluso apresurados.
Pero hay algo en esos trocitos de plástico que algunos han elevado su precio, dado que son limitados, no se volvieron a hacer y pertenecen a un momento particular que es la magia, la evocación, aquello que promete un vínculo con ese mundo, con ese universo al cual uno está tratando de llegar y poder palpar inexacto aunque no por eso menos contundente. Quizás en esa imperfección uno logre conectar realmente con el sentimiento y completar todo aquello que le falta a la pieza. Entonces podemos establecer una discusión apasionante, que es cómo puede ser que aquello que sea imperfecto a veces nos lleve a vivir de manera muchísimo más vívida ese sentimiento que es, en definitiva, el que intentamos envasar, respirar y volver a transitar: el de ser felices y sentirnos inmortales.
¿Cómo puede ser que, teniendo toda la tecnología, aquellas piezas carísimas de alta gama a veces puedan tildarse de descorazonadas y un yo-yo Russell con el hilo vencido, estas piezas de Jack o una antigua bolsa de Topolino puedan convertirse en perfectas máquinas del tiempo que, de un modo casi directo, nos llevan a vivir aquel momento, uno de los más hermosos de nuestra vida?