El maniquí de un niño aterra a los vecinos de Palermo
La obra plástica hecha por el artista callejero BIH provocó hasta la intervención de la policía
En el corazón de Palermo, en la transitada calle Fitz Roy al 1900, un maniquí con forma de niño, detenido en una esquina, se convirtió en un inesperado protagonista de la vida barrial. La obra, bautizada El Niño, pertenece al artista callejero BIH, y desde su aparición provocó desconcierto, miedo, curiosidad y hasta la intervención policial.
El maniquí representa a un chico de espaldas, con capucha y las manos en los bolsillos, como si estuviera castigado contra la pared. Su realismo es tal que muchos transeúntes reaccionan con preocupación, intentando ayudarlo o preguntándose qué le sucede. En cuestión de minutos, peatones y vecinos se detienen, se incomodan y, en algunos casos, llegan a tocarlo para comprobar si realmente se trata de una persona.
La confusión alcanzó a efectivos de la Policía de la Ciudad que, al encontrarse con la figura, activaron protocolos de asistencia antes de advertir que se trataba de una instalación artística. La escena fue presenciada por vecinos que relatan reacciones de todo tipo: desde quienes huyen asustados hasta quienes se quedan observando con detenimiento.
El maniquí ya había tenido un primer paso fugaz en la Plaza Mafalda, en Colegiales, donde fue emplazado días antes. Allí no resistió ni 24 horas: fue arrancado de la vereda y arrojado a un volquete. El propio artista lo rescató y decidió reubicarlo en Palermo, donde esta vez logró mantenerse en pie y generar una ola de comentarios y repercusiones.
La pieza, que pesa más de 40 kilos y está hecha de concreto y plástico, fue empotrada al piso para evitar que se la roben o manipulen con facilidad. Viste ropa sencilla, zapatillas nuevas y no tiene rostro ni cabello, lo que refuerza la ambigüedad y la incomodidad de quienes se topan con ella.
Detrás del alias BIH se encuentra Sebastián Andreatta, un artista conocido por propuestas disruptivas en el espacio público. En el pasado realizó acciones provocadoras, como colgar ropa interior frente al Museo de Bellas Artes. Con El Niño buscó ocupar un rincón urbano con una figura inquietante, que obliga a los peatones a detenerse y enfrentar una escena cargada de simbolismo.
La obra dialoga con la idea del niño castigado y solo, pero también remite a imágenes históricas de la niñez marginal en el arte argentino, como el Juanito Laguna de Antonio Berni. Aunque el autor asegura que no pensó en esa referencia al momento de crearla, la asociación surgió de manera inmediata al verla instalada en la vía pública.
La instalación no pasa desapercibida. Mientras algunos vecinos reconocen el impacto estético y el valor reflexivo de la obra, otros rechazan su crudeza y hasta discuten si puede considerarse arte. En redes sociales se multiplicaron los comentarios: hay quienes la califican de perturbadora y quienes la celebran como una de las propuestas más movilizadoras del autor.
En el propio barrio, testimonios espontáneos dan cuenta de reacciones intensas. Desde balcones cercanos aseguran haber visto a transeúntes asustarse, a repartidores gritarle al muñeco y a jóvenes acercarse con cautela antes de descubrir que se trataba de una figura inanimada.