El príncipe Andrés renunció a sus títulos reales tras el escándalo Epstein
El hijo de la reina Isabel II aseguró que la decisión fue tomada “en estrecha consulta” con el rey Carlos III y admitió que “las acusaciones persistentes en mi contra dañan el trabajo de Su Majestad y de la Familia Real”
El príncipe Andrés volvió a ser protagonista del mayor escándalo de la monarquía británica. A los 65 años y tras años de controversias, el hermano del rey Carlos III anunció su decisión de renunciar al uso de todos sus títulos reales, incluyendo el de Duque de York y el de caballero de la Orden de la Jarretera, en lo que muchos describen como un gesto tardío, pero inevitable.
La medida llega después de nuevas revelaciones sobre su amistad con el delincuente sexual Jeffrey Epstein y un entramado de relaciones que volvieron a poner en jaque la imagen de la Corona.
En un comunicado oficial, difundido por el Palacio de Buckingham, Andrés explicó que su decisión fue tomada en “estrecha consulta con el rey Carlos y otros miembros de la familia real”. Reconoció que las acusaciones persistentes en su contra se habían convertido en una distracción para la monarquía. “He decidido, como siempre lo he hecho, poner mi deber hacia mi familia y mi país en primer lugar”, expresó. Añadió que, con la aprobación de su hermano, debía “dar un paso más allá” en su retiro de la vida pública iniciado hace cinco años.
En Buckingham el clima fue de alivio y resignación. Según la prensa británica, Carlos III se mostró conforme con la resolución, mientras que Guillermo, heredero al trono, participó activamente en la decisión junto a Ana y Eduardo, los otros hermanos de Andrés. “Es un cierre amargo pero necesario”, dijo una fuente cercana al palacio, que reconoció que la presencia de Andrés en la familia se había vuelto insostenible.
El detonante fue una serie de documentos y correos electrónicos publicados esta semana que demuestran que el príncipe mintió en su histórica entrevista con la BBC en 2019, cuando negó tener contacto con Epstein después de su condena. En uno de esos mensajes, fechado el 29 de febrero de 2011 —un día después de que se publicara la foto en la que aparece abrazando a Virginia Giuffre—, Andrés le escribe al magnate: “Estamos en esto juntos. Debemos elevarnos por encima de ello. Mantengámonos en contacto y juguemos un poco más pronto”. El correo, firmado “Su Alteza Real, el Duque de York”, desnudó lo que la prensa británica describió como el punto de inflexión.
Esa fotografía, tomada en la casa de Ghislaine Maxwell en Belgravia, Londres, es quizá la imagen más comprometedora de su vida. Giuffre, quien murió en abril de 2025, lo acusó de haber mantenido relaciones con ella cuando tenía 17 años, tras haber sido traficada por Epstein. En su autobiografía postmortem, Nobody’s Girl, la mujer relata que Maxwell la felicitó después del encuentro, asegurando que “el príncipe se había divertido”. Los detalles, sumados a la frialdad de la respuesta del duque durante su entrevista televisiva —donde insistió en que no recordaba haberla conocido—, terminaron de sellar su destino público.
A ese vínculo tóxico se sumaron recientemente los contactos de Andrés con un presunto espía chino, Yang Tengbo, lo que reavivó las sospechas sobre el uso de su título para obtener beneficios personales. En 2018, el príncipe llegó a invitar a un alto funcionario del régimen a almorzar en el Palacio de Buckingham, una escena que hoy se lee como otro episodio de su larga ceguera institucional.
La decisión, aseguran en Londres, fue el último paso antes del exilio simbólico. Andrés conservará su título de príncipe por nacimiento, pero ya no usará el de Duque de York ni el de Caballero de la Jarretera, y se le retira formalmente la posibilidad de representar a la familia real. Su ex esposa, Sarah Ferguson, dejará de utilizar el título de duquesa, aunque sus hijas, Beatriz y Eugenia, lo mantendrán. Él, mientras tanto, permanecerá en el Royal Lodge, una residencia dentro del parque del Castillo de Windsor, apartado de los actos públicos y de las cámaras.
El biógrafo real Phil Dampier definió su situación como “una tragedia griega”. “Fue el héroe de la Guerra de Malvinas, y ahora termina hundido por su soberbia y sus mentiras. No hay retorno posible. La monarquía necesitaba liberarse de él”. En el fondo, la renuncia de Andrés no es solo el final de su trayectoria pública, sino también una herida que redefine los límites del poder y la impunidad dentro de la realeza británica.