La viralización de la “dieta de las princesas” en redes sociales preocupa a especialistas y padres por su fuerte impacto en niñas y adolescentes. El mensaje que transmite es directo y nocivo: la delgadez equivale a belleza, éxito y protagonismo.

Lo más alarmante es que esta tendencia llega a niñas pequeñas sin que sus madres lo sepan. Aunque se presenta como un juego, no es una dieta real: se trata de una forma disfrazada de promover el hambre. La propuesta sostiene que si comen menos serán “más bonitas, más delicadas, más princesas”.

La dinámica indica que cada día de la semana la niña “sea” una princesa diferente. Un día solo debe beber agua; otro, “convertirse” en Blanca Nieves y comer únicamente manzanas; y así con las demás princesas. Si una niña es fanática de este universo, puede percibir esta práctica como algo normal, aunque en realidad pone en riesgo su salud física y mental. Internet no las protegerá, pero los adultos sí podemos hacerlo: la clave es hablar con ellas y explicarles que una princesa de verdad no necesita dejar de comer para verse hermosa.

En el imaginario infantil, las princesas suelen aparecer con cuerpos delgados y rostros delicados, mientras que las villanas como Úrsula o la Reina de Corazones son representadas con sobrepeso y con rasgos negativos como autoritarismo o capricho. Estos estereotipos se transmiten desde la familia, los medios y el marketing, moldeando desde temprano la idea de que el valor de una niña radica en su aspecto físico.

Una investigación sobre 31 películas infantiles populares reveló que en el 84% de ellas hay burlas o insultos por el peso, mientras que en el 87% se muestran alimentos poco saludables y bebidas azucaradas. Este contenido obesógeno no solo refuerza hábitos alimentarios dañinos, sino que también normaliza la discriminación por peso. Eventos como el “día de princesas” o concursos de belleza infantil convierten este concepto en un producto rentable. Este enfoque limita las aspiraciones y erotiza a las niñas, lo que genera un impacto psicológico que puede derivar en baja autoestima y ansiedad.

Plataformas como Instagram y TikTok potencian la comparación constante mediante filtros y retoques, instalando un ideal de perfección inalcanzable. Médicos alertan sobre la “dismorfia de Snapchat”, un fenómeno en el que las niñas buscan parecerse a su versión editada. La restricción calórica extrema que impone la “dieta de las princesas” puede provocar fatiga, pérdida muscular, alteraciones en el desarrollo, amenorrea y fallas orgánicas. Otros especialistas advierten que este tipo de desafíos aumenta los casos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) como anorexia o bulimia, además de depresión y ansiedad.

Los especialistas coinciden en que la autoaceptación, el pensamiento crítico, la alfabetización digital y la promoción de la diversidad corporal resultan esenciales para proteger a la infancia de estos mandatos estéticos. El exceso de información y la falta de educación alimentaria generan confusión en padres e hijos. Por eso, el mensaje final es claro: comparte esta información con otras madres para que ninguna niña crezca creyendo que debe ser menos para valer más.