La primavera florece y Buenos Aires se despereza como si le hubiesen dado un espresso doble. Los Bosques de Palermo vuelven a pintarse de verde intenso, las terrazas se estiran hasta conquistar media vereda y el aire empieza a tener ese perfume que mezcla jacarandás, café y promesas de encuentros. Es el momento en que la ciudad invita a salir, mirar, probar. Y si hablamos de probar, ¿qué mejor excusa que armar un ranking medialunero para acompañar esta estación que pide manteca, grasa y mucho almíbar?

Porque Buenos Aires no solo es tango, bares notables o librerías escondidas. Es también la capital donde una medialuna puede dividir amistades (“¿sos team manteca o grasa?”) y al mismo tiempo convertirse en la excusa perfecta para una charla que dura más que la propia merienda.

Antes de que las medialunas se instalaran en nuestras mesas como símbolo patrio, hay que dar un salto al siglo XVII. Viena, 1683. La ciudad estaba sitiada por tropas otomanas y fueron los panaderos —esos héroes nocturnos— quienes escucharon los ruidos de túneles bajo la muralla. Avisaron a las tropas locales, se evitó la invasión y, como homenaje, crearon un pan en forma de media luna. Ironía pura: comerse el símbolo del enemigo.

A ese pan lo llamaron Halbmond y fue el antepasado del croissant, que luego los franceses perfeccionaron con su magia hojaldrera. En Argentina, los inmigrantes europeos trajeron la receta y acá hicimos lo que mejor sabemos: ponerle nuestra impronta. Así nació la medialuna argentina, bañada en almíbar y lista para conquistar desayunos y meriendas.

El recorrido medialunero

Y ahora sí, el puntapié inicial de esta sección. El ranking, subjetivo, arbitrario y discutible —como todo ranking que se precie— de medialunas porteñas.

1. Oli Café – Palermo chic Olivia Saal le puso nombre, historia y pasión a este café en Costa Rica 6020. Sus medialunas son contemporáneas, elegantes y con el toque personal de quien quiere dejar huella en la gastronomía porteña. Si el plan es sábado al sol, este es el lugar.

Oli con sus medialunas. (Instagram)

2. Atelier Fuerza – La técnica artesanal Francisco Seubert y su equipo elevaron la medialuna de grasa a un nivel casi científico. Masa trabajada 100% a mano, piezas cortadas con el puño y un resultado que recuerda a la infancia pero con calidad siglo XXI. La tradición bien hecha.

Atelier Fuerza.

3. La Valiente – El legado de Germán Torres Un homenaje inevitable. Torres, junto a Christian Petersen, devolvió la medialuna a su sitial de ícono nacional, con masa madre y la medida justa de almíbar. Hoy, este puesto es también un tributo a un referente que dejó su marca en la panadería argentina.

La Valiente

4. La Kitchen – De Nueva York a Buenos Aires Lo que Sofía Jungberg empezó en Midtown Manhattan hoy es furor en Colegiales. Pastelería con ADN neoyorkino pero corazón porteño, que no se olvida de ofrecer medialunas con carácter propio.

La Kitchen

5. Pablos (Villa Devoto) – La tradición familiar El plan dominguero perfecto: medialunas grandes, simples y nobles frente a la Plaza Arenales. Desde 1972, Pablos ofrece esas facturas que se compran en bandeja y se comen en ronda familiar.

La Kitchen

6. La Pharmacie – El clásico inesperado Ubicada en República Dominicana 3494, no es la típica parada medialunera, pero quienes la conocen no se guardan elogios. Suaves, esponjosas y con una mística que hace que el viaje valga la pena.

La Pharmacie

Mención especial: Pertutti Porque el centro también tiene lo suyo. Este clásico porteño, nacido en 1929, todavía sabe cómo mantener la receta tradicional y alimentar a miles de oficinistas hambrientos de azúcar y masa.

Pertutti.