Robaron en Egipto un brazalete de oro de 3 mil años de antigüedad
El hecho ocurrió a pocas semanas de la apertura del Gran Museo Egipcio en Giza
La arqueología egipcia se encuentra sacudida por un escándalo que amenaza con opacar dos hitos culturales de gran magnitud: la apertura del Gran Museo Egipcio en noviembre y la inminente exposición internacional Tesoros de los Faraones en Roma. El motivo: la desaparición de un brazalete de oro y lapislázuli de más de 3.000 años que perteneció al faraón Amenemope, de la Dinastía XXI, cuya tumba fue descubierta en 1940 en Tanis, en el delta del Nilo.
El hallazgo del faltante se produjo durante una revisión rutinaria en el laboratorio de restauración del Museo Egipcio de El Cairo. El brazalete estaba siendo preparado para viajar a Italia, donde debía exhibirse junto con otras reliquias de incalculable valor histórico. Sin embargo, al momento de hacer el inventario, las autoridades constataron que la pieza había desaparecido, lo que activó una investigación urgente.
El Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto reconoció el incidente y confirmó que se retrasó la difusión de la noticia para no interferir en las pesquisas. De inmediato, se emitieron alertas a aeropuertos, puertos marítimos y pasos fronterizos con la foto del brazalete para intentar impedir su contrabando. Paralelamente, un comité especializado revisa cada objeto del laboratorio para verificar si hay más piezas comprometidas.
El brazalete, confeccionado en oro y adornado con cuentas de lapislázuli —una piedra semipreciosa que en la antigüedad simbolizaba riqueza y poder—, es considerado único no solo por su antigüedad sino también por su carga simbólica. En la cosmovisión egipcia, el oro representaba la “carne de los dioses” y el lapislázuli evocaba el cabello divino. Su valor histórico, más que estético, fue resaltado por el egiptólogo Jean Guillaume Olette-Pelletier, quien declaró a AFP que “no es el objeto más bello, pero científicamente es uno de los más interesantes”.
El brazalete había sido hallado en la tumba del rey Psusennes I, donde Amenemope fue enterrado nuevamente tras el saqueo de su tumba original. Ese reentierro permitió que la pieza llegara a nuestros días, convertida hoy en el centro de un caso que preocupa tanto al ámbito arqueológico como al gobierno egipcio.
El Museo Egipcio de la plaza Tahrir, donde se encontraba la pieza, resguarda más de 170.000 objetos, entre ellos la célebre máscara funeraria de Tutankamón. El director de la institución salió a desmentir rumores en redes sociales, aclarando que algunas imágenes difundidas como si fueran del brazalete desaparecido correspondían a otras joyas. Esta confusión, dijeron, fue aprovechada por terceros para viralizar desinformación y obligó a reforzar el control sobre la información pública.
La desaparición ocurre en un contexto delicado. En pocas semanas, Egipto busca mostrarse ante el mundo con la apertura del Gran Museo Egipcio en Giza, un proyecto largamente demorado que aspira a convertirse en el mayor museo arqueológico del planeta. Además, la muestra Tesoros de los Faraones en Roma era una vidriera clave para reafirmar la diplomacia cultural egipcia.
La pérdida de un artefacto de este calibre ha generado alarma en la comunidad internacional, no solo por su valor material e histórico, sino también por lo que implica en materia de preservación del patrimonio. Se trata de un golpe a la imagen de Egipto en un momento en que el país busca consolidarse como referente mundial en turismo cultural y custodia de reliquias ancestrales.
Mientras continúa la investigación, las autoridades insisten en que el esclarecimiento del caso es prioritario. La recuperación del brazalete de Amenemope no solo sería un triunfo para la arqueología, sino también un gesto imprescindible de confianza hacia la comunidad internacional, que observa con atención cómo Egipto enfrenta este episodio a las puertas de un evento cultural histórico.