En el anexo Concepción de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Tucumán se vive una historia de esfuerzo, amor y resiliencia que trascendió las aulas y se hizo viral en las redes sociales. Es la historia de Andrés Palacio, un estudiante no vidente de la carrera de Programación, y de su madre, Beatriz, una docente jubilada que volvió a sentarse en un aula para acompañar a su hijo en el camino universitario.

La discapacidad visual no frenó los sueños de Andrés, quien decidió estudiar Programación en la UTN-Concepción. Desde el primer día, su madre lo acompaña a clases, toma apuntes y luego se los lee en casa, convirtiéndose en una pieza esencial para que su hijo pueda avanzar en la carrera.

Beatriz recuerda con emoción aquel comienzo: “Cuando llegamos a la Facultad para mí fue muy hermoso, me sentí una más de la clase; fui aceptada por los compañeros, por los profesores”. Esa integración, afirma, le dio fuerzas para continuar y vivir un regreso inesperado a las aulas: “Jamás en mi vida me imaginé que podía llegar a esta edad y volver a estudiar”.

Lo que comenzó como un gesto de amor se convirtió en una experiencia transformadora para ella. “Cuando yo dudo de algo levanto la mano y pido que me expliquen, fue algo lindo, volver a la escuela, a mí me gusta estudiar, aprender. Yo soy docente y ayudo a niños y jóvenes a aprender de manera particular. Así que para mí fue algo hermoso vivir esto a esta edad”, contó en diálogo con eltucumano.com.

Aunque no figura formalmente como alumna, Beatriz se convirtió en una presencia activa en el aula. La profesora Georgina Costilla lo explicó en una entrevista radial: “Andrés y su mamá están cursando ya el último año, el segundo cuatrimestre. Digo ‘están’ porque ella ya es parte de la comisión. La mamá no va en condición de alumna, sino de acompañante. Si bien Andrés es muy inteligente, por decisión de ella lo acompaña, participa en todas las clases tomando apuntes”.

Andrés, con la ayuda de una computadora y un software especial que le permite seguir las clases, participa activamente de los trabajos en equipo. Para su profesora, su presencia es fundamental: “Es un chico muy inteligente, por cómo habla, cómo participa en clases. En mi materia trabajan en equipo y su participación es esencial”, afirmó Costilla.

La publicación que ella misma compartió con una foto de madre e hijo en el aula se volvió viral y despertó un enorme reconocimiento hacia ambos. Desde la UTN destacaron que este caso refleja el verdadero sentido de la inclusión: “Historias como esta nos inspiran a seguir construyendo una universidad más inclusiva, solidaria y humana”.

La vida de Beatriz cambió desde el momento en que decidió acompañar a su hijo a la facultad. Lo que parecía un sacrificio se transformó en una oportunidad única de aprendizaje compartido: “Volver a estudiar a esta edad es un regalo. Nunca lo imaginé y hoy lo disfruto plenamente”.

Para Andrés, tener a su madre a su lado fue clave para no abandonar el sueño de ser programador. Para Beatriz, fue la oportunidad de redescubrir el valor del estudio y la solidaridad.

La universidad lo resumió con una frase que sintetiza el espíritu de esta historia: “No existen barreras cuando hay vocación y compromiso con el aprendizaje”.