Mario Vitette habla rápido, con la cadencia de alguien que ya contó muchas veces su historia, pero que todavía disfruta de contar algún secreto nuevo. Esta vez no habla de Acassuso ni de sus días de Spiderman: habla de París. Más precisamente, de la irrupción que sacudió al mundo cultural: el robo de joyas en Museo del Louvre, valuado en más de 88 millones de euros.

En exclusiva para Bardeo News, desde la joyería de la que es dueño en Uruguay, el hombre que se hizo célebre por su participación en el “robo del siglo” comparte su lectura de lo que ocurrió en la Galerie d’Apollon. Y no duda en afirmar que el golpe no empezó con ladrones buscando a quién venderle el botín.

“Yo creo que el comprador fue el que arrancó este proyecto”, dice. “Esto arranca desde el final conocido por nosotros. El final es la parte interesada. ¿Vos te parece, así solo por sentido común, que alguien va a andar por la vida diciendo ‘yo tengo la joya del Louvre, ¿quién las quiere comprar?’”.

Vitette sostiene que este tipo de operaciones funcionan “de atrás para adelante”. No hay joyas esperando comprador, sino un comprador que financia el robo. “Yo tengo un interés en eso y empiezo a buscar al ladrón. No es como nosotros estamos acostumbrados a ver, que el ladrón tiene primero el producto y después intenta venderlo. Sería imposible. Yo no voy a andar caminando en la calle Libertad diciendo ‘che, ¿quién quiere esto?’”, explica.

También sugiere que no se trata simplemente de una cuestión de patrimonio cultural. “Sí, son las joyas de la corona, no es cualquier cosa. Esto tiene ventajas y desventajas. Yo no te voy a comprar la historia, yo te voy a comprar una piedra que seguramente yo pierda un tercio al lapidarla nuevamente, me quede mucho más chica, pierda millones de euros, pero voy a hacer una piedra comercialmente atractiva”, dice.

En su relato aparece la dimensión más cruda del mercado negro de diamantes. “Una vez robaron un diamante azul que era el diamante Hope y un montón de años después apareció una piedrita mucho más chica… que se suponía que era parte del Hope”. Y suma un detalle técnico: “Hoy día, por ejemplo, los rusos, los diamantes de Siberia… con grandes aumentos y láser, la modernidad los graba".

A horas de ver a su querido Racing por la Copa Libertadores, Mario Vitette habló con Bardeo News
A horas de ver a su querido Racing por la Copa Libertadores, Mario Vitette habló con Bardeo News

Entre sus teorías, Vittete apunta al mercado de joyería, aunque con una digresión: “No quiero ser xenofóbico, ni antisemita, pero viste que el mundo del diamante lo manejan los judíos. Un diamante cuesta lo que la colectividad quiere. Y la oferta y la demanda la controla las grandes diamanteras, que son todos judíos”, aunque rápido aclara: “Mis amigotes judíos”.

El ladrón retirado plantea incluso la posibilidad de que las piezas robadas no fueran las originales. “Se pueden haber cambiado y hacer un reclamo por las originales, que en realidad no fueron robadas”. Y luego refuerza: “Hipótesis uno: La cambiaron las joyas, se llevaron truchas. ¿Y qué voy a hacer? Voy a ir a reclamar a la bolsa de trabajo a decir ‘che, sinvergüenzas, ya no se puede ni robar. Robé una copia’. Y si fue una copia, el seguro no sabe. Se las puedo cobrar como originales”.

El rol de las aseguradoras también aparece en su análisis. “Los seguros también se manejan. Yo pago tanto y vos me tenés que… si llegara a pasar algo con mi televisor, vos me tenés que dar un televisor nuevo, no lo podés reponer. Porque esto no se puede reponer. Bueno, yo pretendo tanto por mí televiso. Hicimos una negociación extralegal. Otra hipótesis: el que las mandó a robar… ya las tiene encima… ya pagó lo que quedó de pagarle a los ladrones… Listo, desapareció”. Y concluye con crudeza: “Esto ya no ve más la luz del sol”.

Vitette también se detiene en cómo fue la operación. Para él, no hay amateurismo: hubo planificación, precisión y audacia. “Muy bien planificado y enorme”, afirma. “Yo te puedo asegurar que esos tipos tenían cualquier cosa, menos nervios. Porque yo te digo, ‘Che, vamos al Louvre’. Y vos me decís ‘¿pero estás fumado? ¿Cómo vamos a ir?’..., pero ellos no, esto fue muy bien planificado, seguramente el que lo planificó no estuvo en el asalto”.

Sobre las pruebas forenses, su análisis es directo: “Huellas no, olvídate. ADN, sí”. Y sobre las cámaras de seguridad, señala limitaciones: “Algunos países serios tienen una dicotomía respecto de las cámaras. Sí, las pueden seguir, de cómo vinieron, de dónde vinieron, pero con la planificación del robo al Louvre, no sé, fíjate que se fueron en moto, los levantaron en moto”.

En medio de la entrevista, mientras analiza un golpe de escala internacional, Vitette es interrumpido por una clienta que entra a su joyería con un anillo viejo. “Se llama marquesita, se llama eso, no vale nada”, le dice con amabilidad, mientras evalúa el arreglo. “Me entretengo, si no mi esposa me echa de mi casa”, bromea al retomar la charla.

Esa escena cotidiana contrasta con la escala del golpe que analiza. “Me sorprendió la simplicidad, lo descuidadas que estaban… un robo muy simple”, enumera entre las cosas que más le llamaron la atención. Y remata con ironía: “Ya ves que la cámara fue la de un turista, la única cámara que anda por ahí, la de un turista que dijo ‘uy, mirá qué pelotudo está rompiendo vidrios’”.

Entre risas, anécdotas y tecnicismos, el hombre que conoce de cerca los grandes robos deja en claro su lectura: no se trata de un golpe improvisado, sino de un plan en el que compradores, aseguradoras y planificación juegan un papel tan importante como los ejecutores. “Mis nietos, mis bisnietos van a hablar de este robo”, dice. Y se ríe.